domingo, 9 de octubre de 2011

Ejercicio 1, tema 1

A lo largo de toda la Historia, ha habido principalmente dos modelos que explicaban el firmamento, el Universo, lo desconocido: el modelo Heliocéntrico y el modelo Geocéntrico.

El modelo Geocéntrico fue el modelo astronómico vigente durante siglos, sin discusión ninguna. Propuesto por los griegos, y basado en la filosofía de Aristóteles, defendía que la Tierra era el centro del universo, y que todo lo demás gira a su alrededor, incluido el sol. A las estrellas que se desplazaban por el firmamento de forma caprichosa, sin una trayectoria uniforme, se las consideró "planetas", o errantes, y su extraña trayectoria fue atribuida a unos epiciclos, es decir, a dos trayectorias circulares simultáneas (una alrededor de la Tierra, y otra propia). Para los griegos, los círculos eran figuras perfectas: desde su centro se dista la misma distancia a cada uno de sus puntos; y, por lo tanto, ¿qué mejor figura para atribuir a cuerpos celestes que una vez llegaron a ser considerados entes vivos, dioses? Además, la Tierra no podía desplazarse, porque si así fuera, ¿no caerían los objetos tras nosotros al tirarlos al suelo? ¿No se desorientarían las aves? ¿No nos marearíamos debido a las vueltas, no nos soplaría el viento siempre en contra, no se saldría la Tierra de su órbita al ser un cuerpo tan pesado, no se romperían en mil pedazos? Era más sencillo (por irónico que parezca), que todo se moviese alrededor de nuestro pequeño planeta. E la Edad Antigua, todos los filósofos, pensadores, astrólogos y astrónomos, apoyaron éste sistema, enunciado por Ptolomeo en su libro "El Almagesto"; y siglos más tarde, en la Edad Media, la Iglesia lo acogió como sistema vigente.

Sin embargo, durante esta Edad Media, un clérigo polaco enunció algo que daría la vuelta al modelo geocéntrico, al mundo, y al universo: la Tierra NO era el centro del Universo, sino que lo era el Sol. A su alrededor se movían los planetas, sí, pero la Tierra estaba entre ellos. Mantuvo los epiciclos, pero situó a la Tierra tras Venus, siendo la 3º Errante más próxima al Sol. Sin embargo, había algunos puntos que eran inverosímiles: si la Tierra se movía, ¿por qué no lo notábamos?. Éste modelo fue criticado por la Iglesia, y quedó ahí. Hasta que Galileo Galilei siguió los pasos de Copérnico, y consiguió explicar ése por qué. Todos los cuerpos son atraídos por la Tierra, eso explica que , por ejemplo, no caigan tras nosotros al dejarlos caer. Nos desplazamos todos, como el ejemplo del barco del vídeo de Hipatia. Por lo tanto, la teoría de Copérnico ganaba credibilidad, pese alas amenazas de la Iglesia a Galileo. Esta negación irracional a cualquier otra teoría astronómica por parte dela Iglesia no era sino un intento de continuar con el poder de la misma. La Iglesia no se podía haber equivocado. Pero así fue. Kepler, y más tarde Newton demostraron que el modelo heliocéntrico era más que valido, demostraron que el universo funcionaba de manera muy simple, obedeciendo leyes matemáticas creadas por el hombre, no leyes divinas creadas por Dios. Con las Tres Leyes de Kepler, y la Ley de Gravitación Universal de Newton, el modelo heliocéntrico defendido por Copérnico y Galilei tomaba forma y coherencia. Tanta que, pese a la Iglesia, en el s. XVI fue aceptada como teoría válida y verdadera sobre el funcionamiento del Universo.

Pero, antes de engrandecer a Copérnico y alabar a Galilei, remontémonos más atrás en la Historia, sumerjámonos en las aguas del tiempo, y veremos que antes de las atentas observaciones de estos dos grandes, y todos los demás que vinieron despu´s, hubo un sabio predecesor de todos: Aristarco de Samos. Fue el pionero de ésta teoría, pero el tiempo, y la Historia, celosa, lo enterraron y sepultaron. Y sin embargo, ahí está: el padre de la teoría vigente y actual sobre el funcionamiento del Universo... hace más de dos mil siglos.

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